lunes, 12 de septiembre de 2011

Porque a veces nos olvidamos y sólo queremos lo que ya comprendemos...

Para censurar o elogiar a los hombres que se encuentran lejos de nosotros, nos alcanza con saber cuáles son sus ideales. A los cercanos los juzgamos por los medios que utilizan para realizar esos ideales; reprobamos algunas veces sus fines, mas nos agradan los medios y la forma con que los realizan. Ahora bien, los sistemas filosóficos sólo son completamente verdaderos para sus inventores; para los filósofos posteriores son comúnmente un gran error; en tanto para los cerebros débiles constituyen un conjunto de errores y verdades; pero como fin último erróneos y, por tanto, inadmisibles. Por ello a muchos hombres les desagradan los filósofos: porque sus fines no son los suyos; son fines lejanos a nosotros. Quien, al contrario, se complace en los grandes hombres, ama tales sistemas, aunque sean absolutamente equivocados, porque estos tienen un punto irrefutable, una entonación personal, un color personal, lo cual puede emplearse para trazar el retrato filosófico: al igual como por la vegetación que crece en un terreno se infiere la naturaleza de éste. El modo de vivir y de comprender las cosas humanas está allí presente, y, por lo tanto, es posible; el “sistema”, o al menos una parte de ese sistema, es la planta de aquel terreno.
            Nietzsche

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