Un día, oyó relatar en una reunión un proceso criminal que se instruía y en el que iba a dictarse sentencia en breve. Un hombre miserable, obsesionado por el amor a una mujer y al hijo que de ella tenía, y falto de todo recurso, había fabricado moneda falsa. En aquella época, este delito se castigaba aún con la pena de muerte. La mujer había sido detenida cuando intentaba poner en circulación la primera pieza falsa fabricada por el hombre. La tenían en prisión, pero no existían pruebas más que contra ella. Sólo la mujer podía declarar contra su amante y perderlo. Negó. Continuaron interrogándola. Se obstinó en negar. Entonces, el fiscal tuvo una idea: inventar la infidelidad del amante. Lo consiguió con fragmentos de cartas astutamente combinados, y persuadió a la desgraciada mujer de que tenía una rival y de que aquel hombre la engañaba. Entonces, exasperada por los celos, la detenida denunció al amante, lo confesó todo y todo lo probó. El hombre estaba perdido y muy pronto sería juzgado en Aix, junto con su cómplice. Relataban el hecho, y todos quedaban deslumbrados por la habilidad del fiscal. Al poner en juego los celos, había hecho saltar la verdad por medio de la cólera, y había hecho justicia con la venganza. El obispo escuchaba todo aquello en silencio. Cuando hubo terminado el relato, preguntó:
-¿Dónde juzgarán a ese hombre y a esa mujer?
-En el tribunal de la Audiencia –le respondieron.
Y él replicó:
-¿Y dónde juzgarán al fiscal?
Victor Hugo
Los miserables
El personaje aludido es monseñor Charles-François-Bienvenu Myriel,
obispo de Digne.
El personaje aludido es monseñor Charles-François-Bienvenu Myriel,
obispo de Digne.
No hay comentarios:
Publicar un comentario