lunes, 31 de octubre de 2011

The Past (Ralph Waldo Emerson)

El Pasado
La deuda está saldada,
El veredicto dicho,
Las Furias aplacadas,
La peste está detenida.
Los destinos hechos;
Gira la llave y traba la puerta,
Dulce es la muerte para siempre.
Ni elevadas esperanzas, ni antiguos disgustos,
Ni odios mortales, pueden entrar.
Todo está ahora seguro e inalterable;
Ni los dioses pueden sacudir el Pasado;
Vuela hacia la puerta adamantina
Clausurada para siempre.
Nadie puede volver allí,
Ni un ladrón muy atildado,
Ni Satán con un truco espléndido
Pueden filtrarse por la ventana, fisura o agujero,
Para anudar o desatar, agregar lo que faltaba,
Insertar una página, fraguar un nombre,
Mejorar o terminar lo que está cerrado,
Alterar o enmendar un eterno Acto.


The Past

The debt is paid,
The verdict said,
The Furies laid,
The plague is stayed.
All fortunes made;
Turn the key and bolt the door,
Sweet is death forevermore.
Nor haughty hope, nor swart chagrin,
Nor murdering hate, can enter in.
All is now secure and fast;
Not the gods can shake the Past;
Flies-to the adamantine door
Bolted down forevermore.
None can reënter there,—
No thief so politic,
No Satan with a royal trick
Steal in by window, chink, or hole,
To bind or unbind, add what lacked,
Insert a leaf, or forge a name,
New-face or finish what is packed,
Alter or mend eternal Fact.

viernes, 7 de octubre de 2011

la sabiduría sin ambages...

SÉNECA
CARTA XXVIII A LUCILIO

Inutilidad de los viajes para curar el alma

¿Crees que esto te ha sucedido sólo a ti y te extraña como si fuera una cosa nueva el que con un tan largo viaje y con tanta variedad de lugares visitados no hayas arrojado la tristeza y el agobio del corazón? Debes cambiar el alma, no el clima. Aunque cruces el vasto mar, aunque, como dice nuestro Virgilio, tierras y ciudades desaparecen, los vicios te seguirán a cualquier parte que vayas.
Sócrates contesta a uno que le preguntaba esto mismo: ¿Qué te extraña que no te aprovechen nada los viajes, puesto que te llevas a tu alrededor a ti mismo? Te agobia la misma causa que te rechazó. ¿De qué puede servir la novedad de las tierras?, ¿de qué el conocimiento de ciudades y lugares? En nada queda esa agitación. ¿Preguntas por qué no te reconforta la huida?; porque huyes contigo mismo. Debe dejarse el peso del alma; si antes no lo has hecho, ningún lugar te agradará. Piensa que tu estado es ahora como el que nuestro Virgilio introduce en la profetisa ya agitada y excitada y que se encuentra llena de un espíritu extraño al suyo: Se agita la profetisa, por si puede expulsar al gran dios. Vas de aquí para allá, para poder expulsar el peso que en ti echa raíces, que se hace más molesto por el mismo balanceo, como en la nave los bultos inmóviles pesan menos y cargados de modo irregular sumergen más pronto aquella parte en la que se apoyaron. Cualquier cosa que haces, la haces contra ti y por el mismo movimiento te perjudicas, pues haces estremecer a un enfermo. Pero cuando ahí te hayas librado del mal, todo cambio de lugar se te hará agradable; será posible que seas arrojado a las tierras más lejanas, pero en cualquier rincón de un país bárbaro que seas situado, cualquier lugar te será hospitalario. Interesa más tú que llegas que adónde llegas, y, por tanto, no debemos entregar el corazón a ningún lugar. Debe vivirse con esta convicción: Yo no he nacido para un solo rincón; mi patria es todo este mundo. Y si eso lo vieras con claridad, no te extrañarías de no encontrarte satisfecho con la diversidad de países, a los cuales emigras a menudo por el tedio que te producen los anteriores; pues cualquiera de los primeros te hubiera complacido si lo hubieses considerado tuyo. Ahora no viajas, sino que vas errante; eres llevado como autómata y cambias un lugar por otro, cuando aquello que buscas, el vivir bien, se halla situado en todo lugar. Pues ¿qué cosa puede resultar tan tumultuosa como el foro?; en donde sin embargo también puede vivirse con tranquilidad, si es necesario. Pero si bien puede uno situarse, huiré lejos de la vista y proximidad del foro; pues como los lugares malsanos atacan la salud más fuerte, así también son poco saludables algunos para un alma todavía no perfecta y convaleciente. No estoy de acuerdo con estos que van por medio de la agitación y, aceptando una vida tumultuosa, luchan cada día con gran pasión con las dificultades de las cosas. El sabio soporta esas cosas, no las elige, y prefiere estar en paz a estar en lucha. No le aprovecha mucho el haberse despojado de sus propios vicios, si se debe luchar con los de los otros. Dices: Treinta tiranos rodearon a Sócrates y no pudieron quebrantar su espíritu. ¿Qué importa cuántos son los dueños? La esclavitud no es más que una; el que desprecia ésta, es libre, por grande que sea la multitud de los que lo dominan. Es tiempo de terminar, pero antes pago mi tributo. El principio de la salvación es el conocimiento del pecado. Me parece que Epicuro dijo esto de modo excelente; pues el que ignora que peca no quiere ser corregido; conviene que tú te des cuenta de que has faltado antes de que te enmiendes. Algunos se vanaglorian de sus vicios. ¿Crees tú que piensa en algún remedio el que cuenta sus males como virtudes? Por eso, cuanto puedas, repréndete a ti mismo, entrégate al examen de tu persona; primeramente toma la función del acusador, luego la de juez, finalmente la de defensor; alguna vez castígate.